El Horror De La Supervivencia

viernes, julio 28, 2006

Introducción y Aclaraciones

La historia que se cuenta en estos capítulos de El Horror De La Supervivencia, se refieren a los acontecimientos y vivencias que sufre un integrante de las fuerzas de la humanidad*, acontecidos en un futuro lejano.

Se ha optado por un formato de capítulo de poca duración**, para hacer que la lectura sea más ligera y dinámica. Como ya habéis supuesto se trata de novela fantástica futurista, por lo que si el género no es de vuestro agrado no sigáis leyendo.

Podréis deja vuestros comentarios y criticas constructivas, para poder corregir fallos en un fututo.

* Se está pensando el incluir más de un personaje principal y relaccionar las historias.
** El tamaño y duración podría variar.

Prólogo

Milenio 40000, la humanidad esta sumida en el caos, el vasto universo se ve acechado en todos sus flancos por todo tipo de criaturas, alienigenas y herejes. El Imperio sobrevive como puede a los incesantes ataques de los enemigos del Emperador. La Guardia Imperial es la espina dorsal del Imperio y los Marines Espaciales su puño de hierro.
En esta era de destrucción toda precaución es poca y solo hay una elección posible:
- Tu o ellos.

"No queda tiempo para la paz"
"No queda tiempo para respirar"
"No queda posibilidad del olvidar"
"Solo queda Guerra"

En el implacable futuro, solo queda Guerra.

Capítulo 0º El comienzo

Año 40.567, Macragge, planeta natal del Capítulo de los Ultramarines. Situado en el borde exterior del Ultima Segmentum.
Pocas cosas han cambiado desde que deje este hermoso planeta, lleno de vida y rebosante de luz.
Hace ya dos años cuando embarqué en el Rethention, perteneciente a la Flota Tempestus, como parte del 10ª Compañía, la correspondiente a los exploradores, de todo el Capitulo de los Ultramarines.
Partimos rumbo al sector SV589, para realizar una purga y purificación de una cadena planetaria que había sido invadida por los Orkos. Las tropas de la Guardia Imperial, habían sido insuficientes para contrarrestar el ataque a los distintos planetas, importantes enclaves en la maquinaria industrial del Imperio, debido a que la mayoría eran planetas industriales de alto valor productivo. Los valientes soldados aguantaban a duras penas, mientras esperaban que nuestras naves cayesen como el Martillo del Emperador sobre las cabezas de su enemigo.
Como entonces, ahora estoy sumido en una nueva misión, dispuesto a sacrificarme por mis Hermanos, por el Imperio, por la Humanidad y por que la Luz del Emperador se erija sobre cualquiera que ose retarnos.
Pero lo que nunca cambiará, será esa sensación que te embarga cuando estas sumido en el caos, cuando tienes de frente al enemigo, cuando tus compañeros caen a tu lado, cuando lo único que te diferencia de tu oponente es cuál de los dos está vivo…esa sensación que nos convierte en bestias y nos hace luchar hasta el final, esa sensación, el Horror de la Supervivencia.
Aquella misión cambió mi vida, todos los planes que había hecho, todo lo que creía hasta la fecha cambiaron por completo. Quizás fue una prueba que me impuso el Gran Emperador para valorar si merecía sacrificarme por Él, o tal vez solo fuera el destino que, caprichoso, quiso que el rumbo de mi historia cambiase…

Capítulo 1º Un Mundo Desconocido

- ¿Día? Lo desconozco.
- ¿Lugar? Supongo, que en alguna parte del Segmentum Solar.
- No sé cuánto ha pasado desde que perdí la noción del tiempo.

Informe de lecturas.
Todo correcto Señor.
¿Todo correcto? Entonces, ¿Qué demonios es eso?
No lo sé Señor.
Maldita sea, ¡¿cómo que no lo sabe?!, ¡¿no está aquí precisamente para eso?!
Sí Señor.
En cuanto lleguemos a la fortaleza, será degradado y expulsado.
Sí Señor.
Bien. Ahora haz algo útil y manda una sonda más.
Sí Señor. Ahora mismo, Señor.

Fue la última vez que escuche al Capitán Alexander Coex. Después de eso, todo fue una locura. Aquella cosa nos consumió como si fuésemos papel. Conseguí meterme en una capsula de desembarco…ahora estoy aquí.
- ¿Mi nombre? explorador Javux Martinel.
No hay más que desierto, he aguantado hasta ahora gracias a las raciones de la capsula, la cual resulto dañada en el aterrizaje.
- Estoy condenado. Si no encuentro pronto la manera de salir de aquí, todo habrá acabado.
Una extensa llanura recorre mis pupilas. Camino sin rumbo fijo, arrastrando las botas y aferrando fuertemente el rifle francotirador como si mi vida dependiese de ello. Encogido y demacrado, parecía más un vagabundo que un soldado del Emperador.

Pasó el tiempo, seguía caminando, el calor era insoportable. Últimas gotas de agua.
- Es el fin. No puedo creer que vaya a acabar así, era mi primera misión.
Exhausto, casi sin fuerzas, caí de rodillas en la árida roca. El sudor me resbalaba por la cara hasta caer al suelo, en el cual desaparecía. Un destello.
- ¿Qué ha sido eso?
Desapareció. Moví la cabeza de forma incrédula y volví a agacharme. Allí estaba otra vez.
- ¿Que esta pasado?. – Me volví a incorporar.
- Otra vez ha desaparecido. Será una ilusión, a no ser que…
Me puse de nuevo de rodillas y allí estaba, un pequeño pero brillante resplandor.
- Es real. Hay algo allí, debo llegar. Tal vez sea mi única oportunidad.

Como ave fénix que resucita de sus cenizas, me levanté y con energías renovadas, me puse en pie y comencé a andar. Parecía un autómata, solo quería llegar al objetivo ignorando todo lo demás.
Cada vez más cerca, el resplandor seguía imperturbable. Caminaba sin cesar. Algo me estaba esperando y quería saber que era.

Capítulo 2º Un Mensaje Inquietante

Ahí estaba, era real. Casi se me saltaron las lágrimas de no ser por la deshidratación. Leí atentamente.
- Puesto Avanzado Kell.
Rápidamente mi memoria viajo en el tiempo, intentando recuperar cualquier información. Fue inútil.
- ¿Qué paso aquí?
Fue la duda que me asalto al ver el aspecto de la base. Suma tranquilidad, sin rastro de vida ni de enfrentamiento, parecía que nunca hubiese habido gente en este lugar.
Entré por la compuerta principal, estaba abierta. Mire a mi alrededor, dos torretas defensivas custodiaban el perímetro de la entrada, estaban desconectadas. A la izquierda los barracones y la armería, en frente el Puesto de Mando y a la derecha el hangar.
Dirigí mis pasos a los barracones, puse mi mano en el escáner.
- Explorador. Ultramarines. Acceso confirmado.
Las compuertas se abrieron, ante mí, dos largas filas de instrumentos de reparación de armaduras y las cápsulas de reposo de los Marines Espaciales. Al final un pequeño apartado de literas para exploradores. Todo vacío.
- ¿Dónde estáis?
Había varios puntos de accesos a la armería, ideal para perder el mínimo tiempo en caso de emergencia. Intacto.
- Bolteres, escopetas, rifles, lanzacohetes, cañones de plasma, lanzallamas…todo está aquí.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, ¿Por qué demonios abandonarían todo su equipo?
Salí de allí rumbo al Puesto de Mando.
- Explorador. Ultramarines. Acceso Denegado.
- Vaya, ¿en qué estoy pensando?
Los exploradores, debido a su rango, tenían el acceso restringido a ciertas zonas de las bases o las ciudadelas y fortalezas.
- Tendré que buscar la manera de entrar.
Me dirigí al hangar, acababa de convertirse en una esperanza palpable. Resultaba obvio que estaría intacto, como el resto de la base, por lo que podría contener capsulas de desembarco o de emergencia.
- Explorador. Ultramarine. Acceso confirmado.
- ¡Por el Emperador!
Un hedor invadió mis fosas nasales, haciéndome tambalear. Los cuerpos mutilados y deshechos de mis hermanos de batalla, yacían inertes sobre el frío suelo de metal. Casi sin darme cuenta, puse el dedo en el gatillo, esperando a que de un momento a otro, apareciese el causante de la atroz matanza.
Algo llamo mi atención, una columna de cristal que emitía una luz verde, cada vez más intensa, tenía grabados símbolos que desconocía su significado. Cuando quise darme cuenta estaba pronunciando sonidos sin saber porque.
- 
Aquella luz parecía decirme lo que tenía que hacer, no podía parar.
- ¡No lo leas! ¡Aléjate!
Resonaban en mi cabeza una y otra vez, no podía obedecer, debía seguir la voluntad de la luz.
- ¡¡¡Ah!!! – Algo me golpeo la cabeza.

Capítulo 3º La Excavación

Un ruido ensordecedor inundaba mi cabeza, la maquinaria de la Guardia Imperial escavaba sin descanso día y noche. Habían pasado dos largar semanas y parecía que se alargaría más a un nuestra estancia aquí.
El Inquisidor Corn envió un pequeño contingente de apoyo para ayuda en las excavaciones y apoyo ante posibles hostilidades. Lo formaban un par de escuadras tácticas de Marines Espaciales y un pequeño grupo de Tecnomarines.
Estos últimos, estaban rodeados de un aura misteriosa a la que todos temían en cierto modo. Eran hermanos de batalla como el resto, pero habían pasado años en Marte recibiendo un entrenamiento especial para poder comprender y reparar cualquier aparato tecnológico del Imperio, solo ellos podían hacerlo, e incluso podían curar, fortalecer e incluso enfurecer el espíritu máquina de cada vehículo. Algunos portaban brazos auxiliares acoplados a la armadura y unidos al sistema neurológico del marine para una mayor capacidad del mismo. También incorporaban servobrazos con todo tipo de herramientas tales como sopletes laser, taladros y vibro sierras. A pesar de todo, eran guerreros por encima de cualquier otra cosa y luchaban a menudo en primera fila de batalla.
Nosotros, también formábamos parte del grupo, una escuadra de exploradores que acababa de terminar su entrenamiento y que se enfrentaba a su primera misión, la primera de una serie de pruebas que dictaminarían si éramos merecedores de ser modificados genéticamente y convertirnos en Marines Espaciales.
- Señor, lo hemos encontrado. – Dijo un Tecnomarine.
- Estupendo, trasládelo al vehículo de transporte especial que hemos traído y llévelo al puesto avanzado de Kell. – Ordeno el Inquisidor.
- Sí, Señor.
- Mañana vendrán los transportes para llevarlo a Sila IV para su estudio. – Prosiguió.
- Exploradores, asegurad el camino del transporte hasta la base, no quiero sorpresas.
- A sus ordenes Señor. – Respondió mi Sargento de escuadra.
Mientras salíamos de la zona de excavación, la maquinaria de la Guardia Imperial extrajo del suelo un pequeño artefacto con forma cilíndrica , negro como la noche y con un brillo enigmático. Al parecer debía de pesar desproporcionadamente en comparación con su tamaño, ya que parecía costarles mover el artefacto.
- Muy importante tiene que ser ese cacharro que han desempolvado para que un Inquisidor como Corn esté aquí. –Dijo mi compañero.
- Silencio. –Alzo la voz el Sargento. – No estamos aquí para juzgar los movimientos que realiza el Imperio ni indagar en sus hallazgos.
Ambos llevaban razón, si el Inquisidor Corn estaba aquí, significa que aquel artefacto era de un valor especial para el Imperio, pero tampoco debíamos dejarnos llevar por la curiosidad y ceñirnos a las órdenes.
Llegamos a un grupo montañoso conquistado en su parte central por un gran cañón que lo atravesaba de un lado a otro.
- Cubriremos todo el largo del cañón, es el punto más vulnerable a una emboscada en todo el trayecto. Un explorador cada 500 metros, tres en el lado norte y 2 en el lado sur.
- Sí señor. – Respondimos al unísono.
El convoy realizo la ruta de llegada a la base del Kell sin ningún incidente. A su llegada el Inquisidor dio órdenes precisas en cuanto al artefacto y las tropas se referían.
- Partiré ahora mismo hacia Sila IV, mañana llegaran los transportes especiales para el artefacto.
- Sí señor. – Dijo el Sargento.
- Las tropas de la Guardia Imperial también abandonan la zona, en cuanto a vosotros, os quedareis aquí con los Ultramarines para la custodia del artefacto. Partiréis mañana junto al transporte especial
- Pero Señor… - Intentó replicar el Sargento.
- Es un orden Sargento, acátela.
- Sí Señor.
El Inquisidor Corn y el grueso de las fuerzas de la Guardia Imperial, se marcharon del pequeño planeta. Solo quedaba esperar al día siguiente para nuestra siguiente misión.

Capítulo 4º Demonios De La Noche

- Comandante, estamos recibiendo una transmisión procedente del transporte especial.
- Aquí el…especial, estamos…medio…disformidad. Nos…días.
- Hemos perdido la conexión, Señor.
- Esperaremos a su llegada. - Hablo el Comandante.

Era el cuarto día que pasábamos en el puesto avanzado de Kell, al parecer el transporte especial y las naves escolta se encontraron con una tormenta de disformidad que les retrasaría varios días.
Desde que recibimos la comunicación se doblaron las guardias, todo el mundo estaba alerta, hacíamos batidas diarias sobre el perímetro de seguridad de la base. Parecía ser bastante raro que una tormenta de disformidad apareciese justo cuando se había encontrado el artefacto y que entorpeciese la llegada de los transportes, por lo que el Imperio desconfiaba de su naturaleza casual y puso al Comandante en alerta sobre posibles acontecimientos.

- Águdon, ven. Vamos al hangar a ver de cerca ese artefacto tan raro. – Dijo un hermano explorador.
- No, el Inquisidor dejo claro que nadie podía acercarse a él y el Comandante ha restringido la entrada. – Respondí.
- Vamos, tienes miedo, el Inquisidor no está y el Comandante no sabrá nunca que entramos, hay otro sitio…
- No, son las órdenes y vosotros deberíais acatarlas.
Su rostro cambió a un semblante serio y lleno de odio, parecía darle igual las órdenes, sus deseos de observar el artefacto eran más fuertes que su deber.
- Tengo que verlo y nadie nos detendrá. – Dijo con rabia.
Se dieron la vuelta y anduvieron hacia el hangar, allí tres Ultramarines custodiaban la entrada, pasaron de largo y desaparecieron.
- Ellos sabrán lo que hacen, pero les podrían expulsar del Capitulo. – Pensé.
Camine hacia las puertas principales, en poco tiempo empezaría una de las inspecciones diarias del perímetro.
Cuando estaba llegando escuche a mis espaldas unos pasos acelerados y un Marine que gritaba.
- Alto, la entrada está restringida por orden del Comandante.
A los pocos segundos apareció arrastrando a Chard, uno de los exploradores.
- Otro se ha colado dentro, hay que detenerlo.
Los otros dos Marines se apostaron junto a la puerta, la abrieron y entraron. Me acerque para ver lo que pasaba, los Marines habían reducido a Qudd pero se resistía a abandonar el hangar. Producía un sonido extraño y misteriosamente el artefacto estaba brillando con intensidad.
La base estaba revolucionada, los Marines corrían de un lado a otro el despliegue era tal, que costaba llegar hasta los hermanos exploradores. El Comandante llegó al lugar y recibió las explicaciones pertinentes, estuvo pensando un tiempo y tomo una decisión.
- Exploradores, seréis…
- ¡Vienen, los he visto, están aquí por todos lados, moriremos todos, moriremos!
- Ha perdido el juicio, el Emperador ya no está con él. Utilizad las capsulas de escape del hangar y enviadlo a Macragge, que lo analicen y al otro también. – Ordeno el Comandante.

Esa noche había una tranquilidad inusual, la calma era total y nada se movía, el único sonido que se escuchaba era el de los Marines ir de un lado a otro en los turnos de guardia.

Estaba cansado, las batidas durante el día eran asfixiantes debido al calor en aquel pequeño planeta.
Me dispuse a descansar en los barracones, de repente algo me llamo la atención, el armonioso paso de los Marines había desaparecido, abrí los ojos.
- No se ve nada.
Todo parecía en una penumbra artificial, algo estaba pasando y tenía que saber que era. Cogí el bolter y me dispuse a salir, pero un sonido a mi espalda hizo pararme en seco, di media vuelta y allí estaba.
- Que el Emperador nos ampare. – Susurré.
Un demonio fantasmal acababa de partir en dos a un Marine que ni si quiera se había percatado de su presencia, me dispuse a disparar y desapareció. Salí corriendo a fuera, todo estaba oscuro, algo empezó a aparecer entre la espesa penumbra, decenas de ellos aparecían de la nada. Unos disparos iluminaron el hangar, acerté a ver a dos Marines disparando a todos lados, corrí hacia ellos pero al llegar cesaron los disparos. Fui al fondo del hangar hacia las capsulas de escape pero no funcionaban, me detuve, una creciente luz iluminó la sala y al ver la horrible escena no tuve valor y me escondí.
- Lo siento hermanos.

Capitulo 5º Un Atisbo De Esperanza

- ¿Qué ha pasado?
Un dolor agudo me martilleaba la cabeza.
- Siento mucho lo ocurrido.
Un hilo de voz llegó desde algún lugar de la sala. El pulso se me disparo cuando tome conciencia de que no era el único que allí se encontraba.
- ¿Dónde estás? – Inconscientemente, intenté aferrar mi arma. - ¿Dónde está mi rifle?
- Ahí mismo.
Estaba tan alterado, que no me había dado cuenta de que me encontraba en los barracones. Mire despacio por el acceso de la pared, allí estaba, colocada en el estante de la armería.
- ¿Quién eres? – El interpelado se puso de pie.
- Explorador de los Ultramarines, 9ª Compañía.
Un hombre alto, corpulento, apareció ante mis ojos con la cara desencajada y gesto amargo de quien ve morir a un hermano.
- ¿Qué ha pasado? – Parecía no haber oído nada. - ¿Qué ha sucedido aquí?
Siguió en silencio, con la mirada perdida, perdiéndose en sus recuerdos.
- ¡Explorador de la 10ª Compañía!, ¿que ha pasado? – Pareció reaccionar.
- Sí, Señor. Informe completo, Señor. – Quede consternado por un momento, hasta ahora, nadie se había referido a mí como su superior.
Al parecer las excavaciones imperiales en el planeta, buscaban una reliquia sagrada del Imperio. En su lugar encontraron el artefacto que había en el hangar. A los pocos días, antes de poder estudiarlo, varios hermanos exploradores comenzaron a comportarse de manera extraña. Uno de ellos entro en el hangar y al contemplar el artefacto, empezó a hablar en un idioma desconocido, produciendo sonidos extraños. Cuando lo encontraron, parecía haber perdido el juicio, tuvieron que llevárselo por precaución.
- Después una noche mientras descansábamos, ellos vinieron.
- ¿Quiénes? – Pregunté.
- Los portadores de la muerte. Nadie los vio llegar, no pudimos defendernos, ni si quiera los Marines Espaciales tuvieron opción, nos masacraron, algunos incluso no llegaron a despertarse…
- ¿Y tú?
- No lo sé pero conseguí llegar al hangar. Había capsulas de emergencia, pero no funcionaban, nada funcionaba. No tuve valor de morir dignamente y me escondí. Después al ver los cuerpos de mis hermanos...perdí el conocimiento.
Estaba casi tan consternado como él. No podía llegar imaginar que criatura sería capaz de hacer eso.
- Y ¿el Cuerpo de Mando?
- Fueron los primeros en caer, el Comandante y los Sargentos de Escuadra.
De repente el terror invadió mi cuerpo, si aquel soldado atrajo a esos demonios, yo podría haber hecho lo mismo.
- Debemos salir de aquí. Volverán otra vez. – Dije alocadamente.
- No tenemos escapatoria. Fuera nos espera desierto y muerte.
Tenía razón, si no nos mataban aquellos engendros, lo haría la sed y el hambre fuera de aquí. Tomé una resolución.
- Tenemos que conseguir entrar en el Puesto de Mando.
- Es imposible, nuestra autorización es insuficiente, a no ser que tengamos autorización especial o que la seguridad esté deshabilitada.
Un repentino abatimiento comenzó a embargarme, el Puesto de Mando estaba sellado, no teníamos autorización y la seguridad de las puertas estaba activada. Había que pensar algo.
- ¿Mataron a todos? – Pregunte con una sonrisa en la cara.
- Si.
- Entonces, ¿todos están en el hangar?
- Si
- Acompáñame, tenemos mucho que hacer.

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jueves, julio 27, 2006

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