- Comandante, estamos recibiendo una transmisión procedente del transporte especial.
- Aquí el…especial, estamos…medio…disformidad. Nos…días.
- Hemos perdido la conexión, Señor.
- Esperaremos a su llegada. - Hablo el Comandante.
Era el cuarto día que pasábamos en el puesto avanzado de Kell, al parecer el transporte especial y las naves escolta se encontraron con una tormenta de disformidad que les retrasaría varios días.
Desde que recibimos la comunicación se doblaron las guardias, todo el mundo estaba alerta, hacíamos batidas diarias sobre el perímetro de seguridad de la base. Parecía ser bastante raro que una tormenta de disformidad apareciese justo cuando se había encontrado el artefacto y que entorpeciese la llegada de los transportes, por lo que el Imperio desconfiaba de su naturaleza casual y puso al Comandante en alerta sobre posibles acontecimientos.
- Águdon, ven. Vamos al hangar a ver de cerca ese artefacto tan raro. – Dijo un hermano explorador.
- No, el Inquisidor dejo claro que nadie podía acercarse a él y el Comandante ha restringido la entrada. – Respondí.
- Vamos, tienes miedo, el Inquisidor no está y el Comandante no sabrá nunca que entramos, hay otro sitio…
- No, son las órdenes y vosotros deberíais acatarlas.
Su rostro cambió a un semblante serio y lleno de odio, parecía darle igual las órdenes, sus deseos de observar el artefacto eran más fuertes que su deber.
- Tengo que verlo y nadie nos detendrá. – Dijo con rabia.
Se dieron la vuelta y anduvieron hacia el hangar, allí tres Ultramarines custodiaban la entrada, pasaron de largo y desaparecieron.
- Ellos sabrán lo que hacen, pero les podrían expulsar del Capitulo. – Pensé.
Camine hacia las puertas principales, en poco tiempo empezaría una de las inspecciones diarias del perímetro.
Cuando estaba llegando escuche a mis espaldas unos pasos acelerados y un Marine que gritaba.
- Alto, la entrada está restringida por orden del Comandante.
A los pocos segundos apareció arrastrando a Chard, uno de los exploradores.
- Otro se ha colado dentro, hay que detenerlo.
Los otros dos Marines se apostaron junto a la puerta, la abrieron y entraron. Me acerque para ver lo que pasaba, los Marines habían reducido a Qudd pero se resistía a abandonar el hangar. Producía un sonido extraño y misteriosamente el artefacto estaba brillando con intensidad.
La base estaba revolucionada, los Marines corrían de un lado a otro el despliegue era tal, que costaba llegar hasta los hermanos exploradores. El Comandante llegó al lugar y recibió las explicaciones pertinentes, estuvo pensando un tiempo y tomo una decisión.
- Exploradores, seréis…
- ¡Vienen, los he visto, están aquí por todos lados, moriremos todos, moriremos!
- Ha perdido el juicio, el Emperador ya no está con él. Utilizad las capsulas de escape del hangar y enviadlo a Macragge, que lo analicen y al otro también. – Ordeno el Comandante.
Esa noche había una tranquilidad inusual, la calma era total y nada se movía, el único sonido que se escuchaba era el de los Marines ir de un lado a otro en los turnos de guardia.
Estaba cansado, las batidas durante el día eran asfixiantes debido al calor en aquel pequeño planeta.
Me dispuse a descansar en los barracones, de repente algo me llamo la atención, el armonioso paso de los Marines había desaparecido, abrí los ojos.
- No se ve nada.
Todo parecía en una penumbra artificial, algo estaba pasando y tenía que saber que era. Cogí el bolter y me dispuse a salir, pero un sonido a mi espalda hizo pararme en seco, di media vuelta y allí estaba.
- Que el Emperador nos ampare. – Susurré.
Un demonio fantasmal acababa de partir en dos a un Marine que ni si quiera se había percatado de su presencia, me dispuse a disparar y desapareció. Salí corriendo a fuera, todo estaba oscuro, algo empezó a aparecer entre la espesa penumbra, decenas de ellos aparecían de la nada. Unos disparos iluminaron el hangar, acerté a ver a dos Marines disparando a todos lados, corrí hacia ellos pero al llegar cesaron los disparos. Fui al fondo del hangar hacia las capsulas de escape pero no funcionaban, me detuve, una creciente luz iluminó la sala y al ver la horrible escena no tuve valor y me escondí.
- Lo siento hermanos.